lunes, 29 de septiembre de 2008

LA DERIVA

No sé. Algunas veces fue la lluvia, unos atisbos de eternidad en la luz del rayo. Otras la delicadeza de una noche, que se acabara el tiempo y sin embargo hubiera todavía aire para seguir respirando.

Hablo del modo en que a veces se detenía la luz en las cortinas. Y también de calles que miré sabiendo que no las volvería a ver y sin forzar la memoria o el olvido. O gestos, como una mano que busca mantener dos cuerpos pegados o una boca entreabierta.

Todas formas que se incorporaban a la existencia y eran llevadas por la ternura, con su enfermedad y su salvación extraña.

3 comentarios:

Veronika dijo...

Hola!
No conocía tu blog; di con él por medio del blog de Meliza Ortíz. Ha sido una grata sorpresa.
Entré ya varias veces a leerte y, sin embargo, no quise dejar comentario. No quise dejar una mácula sobre un cielo tan diáfano.
Me gusta tu prosa, sensorial, clara, cercana. Cuando te leo tengo la sensación de volver a un lugar querido, sin haberme ido. Me hace pensar en ciertas imágenes, ciertos lugares, que parecían tan comunes y terminaron siendo esenciales, referencias en el devenir de la vida.
Leo tu prosa y me conmuevo. Y ya no me sucede a menudo.

Felicitaciones por tu maravillosa obra.

¡Saludos!

Verónika

Pablo Baca dijo...

Veronika no me has dejado una mácula, sino una alegría. Estoy en verdad agradecido. Un abrazo.

Anónimo dijo...

a mi también me gustó mucho, este poema es especialmente hermoso y todo lo que ello implica.