lunes, 24 de noviembre de 2008

SOFOCAR

Estuve donde terminan las súplicas y aprendí a valerme por mí mismo. También partí y llegué muy lejos. Y aprendí que las cosas no tienen todas el mismo nombre y por qué no hay nombres para algunas cosas. Y aprendí algo más. Aprendí que la noche puede durar y que lo que importa es pasar la noche. Llegar con el cuerpo a la mañana siguiente. Y para eso hay que sofocar. Ya he usado en un poema la palabra sofocar. Sofocar -este es el sentido ahora- todo lo que puede perdernos en la mitad de la noche. Sofocar. Tampoco esta vez se me ocurre otra palabra.

4 comentarios:

Horacio Baca Amenabar dijo...

Ofrecer el cuerpo a la noche para que esta nos perdone. O perdonarnos, para que la noche nos olvide. Acelerar el flujo de los cuadros de la noche, los retratos del vacío, hasta volverlo ininteligible, nada más que un borrón o una mancha. Sonreir, cómo de lejos o de costado, cuando se filtra el azul inefable por la persiana y la noche ha concluído. Saber, también de costado, furtivamente, que seguimos enterrados en ella sin embargo, y que el borrón y sus claves ahora le pertenecen.

Horacito, al que los chiquitos bien tratan.

Pablo Baca dijo...

te vivo diciendo hijito que te acuestes temprano (además entre paréntesis tu comentario más lindo que el texto al que se refiere)

Anónimo dijo...

acabo de leer tu blog...quedo en silencio, un profundo y muy respetuoso silencio...nury

Anónimo dijo...

hermoso poema hermosisimo. un saludo